La undécima fecha del torneo Fundadores de la Liga, más allá de los resultados, dejó una severa preocupación el nivel del arbitraje, porque dirigentes, entrenadores y jugadores, con diferentes calificativos han reprobado a las cuartetas arbitrales que tuvieron a su cargo el control de los partidos de la jornada.
No es causalidad que en los cinco escenarios deportivos donde se jugaron los partidos -incluido el partido del sábado- se hayan escuchado quejas por separado contra el árbitro central, los árbitros asistentes, hasta contra el cuarto árbitro, quienes no habrían cumplido con su cometido.
Algo está fallando, eso nadie puede negarlo; es más, ya parece cantaleta vieja porque hasta ahora nadie le tira pelota a las diferentes quejas de dirigentes y cuerpo técnico de los clubes que, en cientos de ocasiones, hicieron conocer su protesta por diferentes canales hacía quien o quienes administran el arbitraje en Bolivia que con su silencio apañan el bajo nivel de nuestros árbitros, cuando lo justo y necesario para mejorar ese paupérrimo y pésimo nivel del arbitraje nacional sería organizar permanentes cursos de actualización rogando a los entes que regentan el fútbol a nivel mundial y regional, porque nuestra dirigencia parece que no tuviera la suficiente capacidad para intentar mejorar el arbitraje boliviano que es parte del estancamiento del fútbol boliviano, al no brindar seguridad y obrar con justicia dentro el campo de juego.
Ahora, hay que también ser honestos y reconocer con hidalguía que algunos dirigentes, entrenadores y jugadores, pretender justificar sus malas actuaciones o derrotas sufridas culpando a los árbitros. De eso no quepa duda.
Solo faltaría que para no recibir más críticas se invente una ley mordaza contra quienes hacen notar las aberraciones cada vez más frecuentes que comenten los árbitros designados por la Comisión de Árbitros de la Federación Boliviana de Fútbol, o la menos a través de sus “padrinos” (dirigentes) lancen amenazas en ese sentido, porque ahora parece que es un “delito” criticar a los dirigentes so pena de ser sancionados con el silencio.
No es causalidad que en los cinco escenarios deportivos donde se jugaron los partidos -incluido el partido del sábado- se hayan escuchado quejas por separado contra el árbitro central, los árbitros asistentes, hasta contra el cuarto árbitro, quienes no habrían cumplido con su cometido.
Algo está fallando, eso nadie puede negarlo; es más, ya parece cantaleta vieja porque hasta ahora nadie le tira pelota a las diferentes quejas de dirigentes y cuerpo técnico de los clubes que, en cientos de ocasiones, hicieron conocer su protesta por diferentes canales hacía quien o quienes administran el arbitraje en Bolivia que con su silencio apañan el bajo nivel de nuestros árbitros, cuando lo justo y necesario para mejorar ese paupérrimo y pésimo nivel del arbitraje nacional sería organizar permanentes cursos de actualización rogando a los entes que regentan el fútbol a nivel mundial y regional, porque nuestra dirigencia parece que no tuviera la suficiente capacidad para intentar mejorar el arbitraje boliviano que es parte del estancamiento del fútbol boliviano, al no brindar seguridad y obrar con justicia dentro el campo de juego.
Ahora, hay que también ser honestos y reconocer con hidalguía que algunos dirigentes, entrenadores y jugadores, pretender justificar sus malas actuaciones o derrotas sufridas culpando a los árbitros. De eso no quepa duda.
Solo faltaría que para no recibir más críticas se invente una ley mordaza contra quienes hacen notar las aberraciones cada vez más frecuentes que comenten los árbitros designados por la Comisión de Árbitros de la Federación Boliviana de Fútbol, o la menos a través de sus “padrinos” (dirigentes) lancen amenazas en ese sentido, porque ahora parece que es un “delito” criticar a los dirigentes so pena de ser sancionados con el silencio.
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